Cuando nace un silencio
A la par de tristezas
de una lluvia de verano,
se le suma la pereza
de la soledad de antemano.
El silencio que no cesa,
gasta su tiempo en vano,
deseando obtener pureza
en la palma de sus manos.
No consigue meta ansiada
por el simple hecho prfano:
que ni el mejor filo de espada
atraviesa su ser lejano.
Silencio tonto. ¿Que porfiada
confianza mantiene sano
tu anhelo de escarbar la nada
para recoger solo desgano?
Pighini Ramiro